Todas las alarmas saltaron el pasado mes en el Parlamento húngaro, cuando un alto cargo del partido
extremista Jobbik propuso crear “listas de judíos peligrosos para la seguridad
del país”.
La propuesta fue realizada por
Márton Gyongyósi, vicepresidente del partido, en el contexto de un debate
público sobre la situación en la franja de Gaza. Sus palabras causaron
indignación y consternación tanto en la comunidad judía húngara, una de las más
grandes de Europa con más de 100.000 miembros en su haber, como en el resto de
agrupaciones políticas del hemiciclo del país magiar.
Las reacciones no se hicieron
esperar y el Gobierno húngaro, presidido por el partido conservador Fidész,
condenó la propuesta “lo más categóricamente posible”, mientras que el partido
DK del ex-primer ministro Ferenc Gyurcsani, comunicó que propondrá la
ilegalización directa del partido ultranacionalista de Gyongyosi. Por último,
el grupo socialista calificó como “imperdonables” las declaraciones del
parlamentario, proponiendo la creación de un Comité Ético que se ocupase de
estos casos en el Parlamento.
La comunidad internacional
también mostró su rechazo hacia las palabras de Gyongyosi. Thorbjorn Jagland,
secretario general del Consejo de Europa pidió que se hiciese memoria para recordar
que el Holocausto también comenzó “con listas y separaciones”, calificando de
“chocantes” las declaraciones del político húngaro.
Lo cierto es que no es la primera
vez que el partido muestra ideas antisemitas en público, habiendo llegado
incluso a cuestionar el número de víctimas judías del Holocausto. Jobbik, cuya
traducción al español es “El movimiento por una Hungría mejor”, es un partido
derechista que ocupa el tercer puesto en escaños en el parlamento magiar. Como
se puede observar en la vestimenta, organización y simbología presentes en la Guardia Húngara (organización
paramilitar que tiene dependencia directa del partido), tiene claras tendencias
filofascistas que van unidas a un nacionalismo extremo.
El impresionante ascenso
electoral que el partido experimentó en las parlamentarias de 2010 responde a
muchas razones. Una de las principales, la ira con la que el pueblo húngaro reaccionó
en 2006 luego de que un comprometedor audio del entonces Primer Ministro
Gyucsani fuera divulgado. En él, el político del partido demócrata admitía,
entre otras cosas, haber mentido acerca de la situación económica del país para
salvaguardar su imagen.
En el audio podía oírse claramente que: «si la economía se
mantuvo encarrilada fue por la divina
providencia, la abundancia de dinero efectivo en la economía mundial y cientos
de engaños», para después agregar: «es obvio que hemos mentido en el
último año y medio, dos años. No hay dudas de que lo que estamos diciendo no es
verdad». La centro-derecha comandada por el Fidész no dudó en aprovechar la
ocasión para hacer un llamamiento a los jóvenes húngaros en contra del régimen
de Gyucsani.
Aquel 18 de septiembre, miles de ciudadanos salieron a la
calle en Budapest, y enarbolando banderas del Reino de Hungría (comúnmente
relacionada con la ultraderecha del país) exigiendo la dimisión del Primer
Ministro. Desbordando a la policía,
tomaron violentamente la sede de la
MTV , televisión nacional húngara, en las que fueron las
jornadas más violentas vistas en el país desde la caída del socialismo y el
régimen soviético en 1991.
En los siguientes cuatro años la situación económica del país
fue a peor, en paralelo con la crisis mundial, y en las elecciones de 2010 la
centro derecha comandada por el Fidész ganó abrumadoramente, con más de dos
tercios de los votos. Fueron estos los citados comicios en los que Jobbik entró en escena, con su controvertida y
radical ideología por delante.
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