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La eterna tragedia del "Techo del Mundo"


La impactante noticia de la inmolación en el Tíbet de una adolescente la pasada noche del domingo es solo la punta del iceberg del conflicto que durante décadas está padeciendo la población de esta histórica región al suroeste de China.
 Bhenchen Kyi solo tenía 17 años. La noche del domingo decidió prender fuego a su propio cuerpo al grito de “larga vida al Dalai Lama” y “que la libertad del pueblo tibetano prevalezca”. Tristemente, el de Bhenchen es solo el último de este tipo de sucesos que en lo que va de año han acabado con la vida de 23 personas. No en vano, las inmolaciones se han convertido prácticamente en la única forma de hacerse oír para este pueblo, a merced de la voluntad del gigante asiático.
China, ya convertida en la segunda potencia económica y mediática del mundo, ha sido criticada por organizaciones como Human Right Watch, quien la acusa de “exacerbar la situación” en la cuna de la dinastía Gelug (una de las cuatro dinastías del budismo, cuyo líder es el Dalai Lama). El régimen chino no solo se ha abstenido de sentir ningún tipo de responsabilidad ante la tragedia que está ocurriendo bajo sus dominios, sino que ha intentado por todos los medios acallar las voces críticas contra su papel en Tíbet y deslegitimar las protestas.
Así reza el boletín informativo del gobierno, publicado el pasado mes de septiembre: “las recientes inmolaciones en áreas tibetanas están relacionados mutuamente con fuerzas hostiles dentro y fuera de China, están planeadas, organizadas e incitadas por naciones separatistas y son incidentes profundamente repulsivos que buscan destruir la unidad étnica y fomentar el desorden social. La opinión legal señala claramente que aquellos criminales en la sombra que colaboran [...] con aquellos que perpetran las auto-inmolaciones serán investigados por estar involucrados en crímenes de homicidio intencionado”.
Vídeo informativo sobre la actuación de China en Tíbet.
Este boletín está teniendo ya sus consecuencias. En los últimos meses, el papel de los oficiales chinos ha pasado a ser aún más severo con la población tibetana, arrestando en muchas ocasiones a las familias y allegados de los inmolados para dar ejemplo. Estas medidas han suscitado una profunda animadversión tanto en la población tibetana como en Human Right Watch, quien ha recordado a China que el uso de los castigos colectivos es contrario a las leyes internacionales sobre los DD.HH.
Pero, ¿Cuál es el origen conflicto tibetano? El Tíbet, situado en el techo del mundo, llamado «El País de las Nieves» está ubicado entre China y Nepal. Siempre fue apetecido por numerosos pueblos, sobre todo por China, Mongolia, Manchuria, Nepal, y hasta los ingleses, que no podían estar ausentes en su afán colonialista de conseguir grandes intereses comerciales en ese país (no olvidemos que su vecina India fue un protectorado británico hasta la llegada de Gandhi).
De todos estos países, siempre fue la vecina China la mayor amenaza para la libertad del pueblo tibetano. Hubo muchos intentos de conquista a lo largo de los siglos, pero no fue hasta 1949 (ya con Mao en el gobierno) cuando las tropas comunistas entraron en el “Techo del Mundo” provocando una guerra que acabó con la muerte de miles de monjes tibetanos y la huida del Dalai Lama a India, donde sigue permaneciendo hoy en día.
mapa
En los siguientes años, la represión contra la los budistas se fue recrudeciendo hasta que se alcanzó la cifra de 90.000 monjes muertos, peromás allá de las pérdidas personales, la Revolución Cultural China amenazó seriamente a la cultura de un pueblo con sus propias raíces, idioma, religión y costumbres ancestrales. Los niños tibetanos empezaron a ser educados en unos valores que aborrecieran el budismo y abrazaban al comunismo, y los monjes tuvieron que realizar un esfuerzo impagable para que su riquísimo acerbo cultural no se perdiese.
Por si fuese poco, más de 6.000 monasterios fueron destruidos en esa época, y el gigante maoísta comenzó con una política que pretendía hacerse con la completa economía de Tíbet: talas de bosques y destrucción medioambiental en su propio beneficio, beneficios fiscales para los chinos que entraban a la región para que montasen sus propios negocios… y un largo etcétera que ha dejado a la comunidad tibetana en una durísima situación.
El Gobierno tibetano en el exilio llegó incluso a renunciar a la independencia que tradicionalmente reivindicaban en 1979, cuando propuso un camino intermedio que pasaba por el reconocimiento de una autonomía del Tíbet que permitiese preservar sus señas de identidad a la región. Sin embargo, el Gobierno Chino nunca reconoció estos pasos dados por los propios monjes y siempre ha mantenido una actitud hostil respecto al tema. “Lucharemos contra el separatismo en favor de una patria unificada” declaró el por entonces presidente Hu Jintao en 2008, cuando las protestas de los tibetanos se endurecieron ante la proximidad de los Juegos Olímpicos de Pekín, que se presumía un gran escaparate para denunciar los excesos del país con mayor población del mundo.
Sucesos como las continuas inmolaciones de monjes nos hacen recordar que los JJ.OO no valieron de mucho, pues Tíbet sigue ahogándose ante ese mal llamado colonialismo. La cruda realidad es que Bhenchen Kyi no será la última. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue en su papel de crítico pasivo. China se ha convertido en un monstruo demasiado grande contra el que luchar y ya nadie se atreve a dar pasos más allá de la reivindicación de los derechos humanos, no vaya a ser que uno de los mayores apoyos económicos de una Europa que naufraga se vaya a enfadar.

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